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Ante esta realidad, cabe resaltar que existen personas con
un dominio de su faceta emocional mucho más desarrollado que otras. Y resulta
curiosa la baja correlación entre la Inteligencia clásica (más vinculada al
desempeño lógico y analítico) y la Inteligencia Emocional. Aquí podríamos
ejemplificar esta idea sacando a colación el estereotipo de estudiante
“empollón”; una máquina intelectual capaz de memorizar datos y llegar a las
mejores soluciones lógicas, pero con una vida emocional y sentimental vacía.
Por otro lado, podemos encontrar personas cuyas capacida
des intelectuales son
muy limitadas, pero en cambio consiguen tener una vida exitosa en lo que
refiere al ámbito sentimental.
Este par de ejemplos llevados al extremo son poco
habituales, pero sirven para percatarse de que es necesario prestar más
atención a esta clase de habilidades emocionales, que pueden marcar nuestra
vida y nuestra felicidad tanto o más que nuestra capacidad para puntuar alto en
un test de inteligencia convencional. Para eso es importante profundizar en la
Inteligencia Emocional.
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